Me siento extraño, he
sabido lo del cierre la televisión
oficial y no se me llenan los ojos de lágrimas. Como cuando la clausura del
NO-DO. Y más extraño me siento, hasta la
melancolía, cuando oigo y leo algunas reacciones: que si mantener la TV oficial no es cuestión de
dinero o de leyes, es puro sentimiento; que si la libertad de expresión – en
clara confusión con `cantidad de
información´- está en peligro; que si los viejitos que no pueden salir de casa
no podrán ver a sus nietos en los carnavales; que si es parte de nuestra
historia…NO-DO total. De Franco inaugurando pantanos al alcalde haciendo lo
propio con las fuentes. Propaganda aquello,
propaganda esto. Y poco importa quién sea el alcalde, los ha habido de
todos los colores y todos han gozado con el cosquilleo que el poder de la
información sacude en la entrepierna.
Poder, del obsceno. La televisión
oficial –como municipal, la disfrazan ellos- se cierra por un decreto de alcaldía y por imposición de la Generalitat. Aún los hay que dicen que
se perjudica la libertad de expresión. La de ellos, claro.
Sobre el pleno:
aburrimiento. El PSOE convertido en un lobby de maestros y el PP en la línea Maginot de Camps. El alcalde
Poveda habla más, pero no dice más. Aburrimiento. Asunto de políticos de
pueblo. Y parece que sí, que los prestamistas subirán el recibo del agua.
Lo mejor, y hablando de chiringuitos: el Gobierno de la
nación no va a demoler los chiringuitos
playeros. ¡Bien, Mariano; tómate lo que quieras!
Refrán del tres
de febrero: “Por San Blas, cigüeñas veras, y si no las
vieres, mal año esperes” Confirmado,
no se ven cigüeñas.
Plinio