29 jun 2010

Tic-tac, tic-tac


Esto es lo lógico, aunque con ellos nunca se sabe:

    Julio y Agosto. Los calores estivales debilitan las fuerzas y aplastan las voluntades. Lo suyo, lo de ellos, es, mustios y desganados, ver pasar los días. No hay prisa, hay elecciones con la llegada de la próxima primavera. La consigna es no moverse, no dejarse ver, no cometer errores. El verano ayuda. Y Julio y Agosto son mucho verano.

    Septiembre: festejos y resaca. Después, arrancar la pesada maquinaria administrativa, poco a poco, no hay prisa, hay elecciones. Es el final del verano, el principio de un otoño melancólico y provinciano con sus tardes ocres y sus políticos en la penumbra. Eso ayuda.

    Tic-tac, pasa el tiempo.

    Octubre, noviembre, meses de revoluciones, de movimientos para entrar en calor. Eso era antes, ahora toca cambiar el armario y sacar la ropa de invierno. Mas ellos, los Timoneles,  sacarán la ropa de precampaña, las promesas olvidadas y las poses ensayadas. 

    Ya todo gira en torno a las elecciones, a las listas, a no quedarse fuera, ¡qué frío! a que te incluyan en "lugar de salida", a recordar que has sido un remero sumiso y obediente, a zancadillear a quien moleste, a pasar la mano por la espalda del Timonel. Ha llegado el momento de la humillación a cambio de un puesto, el momento de canjear el silencio y la obediencia por cuatro años de placidez y sosiego. Alta política. Firmes principios. Grandeza. 

    Ha terminado la primera parte de la función Tic-Tac, Tic-Tac...acomódense, comienza la segunda. Ellos se juegan mucho, nosotros, ni se sabe.


    El Búho de la Sala

24 jun 2010

Una asamblea de Párvulos


 Como penitencia preventiva por un pecado que aún no he cometido, escuché parte -sólo parte, que mis pecados apenas alcanzan la categoría de veniales- de la magna reunión de timoneles y remeros. Reunión larga y estrecha. Larga en tiempo y estrecha en emociones. Horas y horas hablándole a una cámara de televisión, a unos micrófonos de radio y a ellos mismos, sobretodo a ellos mismos. Les encanta escucharse. Y no sé por qué.

    De lo oído en esta Asamblea de niños chicos, tres asuntos:

    1.- El extraño caso de políticos mutados en periodistas. Será por ese conflicto vocacional por lo que no acaban de brillar en la política y desconocen la información, la información libre. Como si de un ciudadano Kane venido a menos se tratara han decidido castigar al aspirante a Timonel imponiéndole silencio y quién sabe si dejándolo sin postre. Son la envidia del orangután rojo venezolano, ni siquiera han tenido que expropiar la TV, es de ellos. 

    2.- La multiplicación de los panes y los peces en versión de presupuesto para una pista deportiva. Lo que se dijo que valía dos, cuesta nueve. Es una pequeña desviación en el tiro, apuntaron en la agenda "salud para los ciudadanos" y le dieron a la cartera de los contribuyentes. No es un mal local, es una `torpeza´ nacional. Pero no son tiempos, o sí son tiempos, tiempos de crisis, tiempo de afinar la puntería. 

    3.Reducción del personal en el puente. Escándalo. Pero no he oído ni un solo argumento que desmontara la perentoria necesidad de adelgazar las prebendas. Bien hubieran podido argumentar que su sublime falta de preparación la han de compensar con duro y abnegado trabajo, pero no lo han hecho. Quizá no hayan querido mentir en la segunda parte.

    El colofón lo ha puesto el Gran Timonel que, como si oliera a sangre, ha exclamado: ¡señores, se palpa la precampaña! 

    ¿Cuánto le cuesta a esta pequeña ciudad de provincias, callada y melancólica, el divertimento de los Timoneles y de sus remeros?.

    Mientras escribía estas lineas he recibido un sms: "Espero que el día de la gran convocatoria para elegir Timonel haga buen tiempo. Me muero por hacerles un corte de mangas desde la playa"

El Búho de la Sala

15 jun 2010

15-J

Quince de  Junio de 1977, primeras elecciones después de la muerte de Franco.



Había una oferta de doscientos partidos. Se produjeron fusiones, coaliciones, alianzas y pactos con la naturalidad de quien lo ha hecho toda la vida. Y no era así, salíamos de una dictadura y la mayoría de los protagonistas no habían vivido en democracia. Eran listos, aprendieron rápido y se aplicaron en la ejecución de un plan nacional que debía terminar en un régimen de libertades y tolerancia. Era la Transición. Era la responsabilidad de una generación que no quería volver la vista atrás y prefirió cogerse del brazo de sus adversarios para empezar la travesía democrática.

De madrugada se supo que había ganado la UCD de Adolfo Suárez, que el PSOE de Felipe González era la alternativa, que el PCE de Carrillo y la derecha de Fraga se limitaron a los nostálgicos. Y los nacionalistas, entonces llamados "minorías", se presentaron como los altavoces de algunas regiones. Estos, más o menos, eran los mimbres, y con ellos se construyó un sistema que ha sorteado al embestida de los militares golpistas, del terrorismo, de los nacionalismo más radicales y hasta la torpeza de un presidente que ha roto todo un hilo de buenos presidentes.

Han pasado treinta y tres años de aquella noche en la que Martín Villa -ministro de Gobernación- tuvo que usar las computadoras de telefónica porque el Ministerio no tenia infraestructura suficiente. Un tercio de siglo desde que La Pasionaria y Blas Piñar se cruzaran en los pasillos de las Cortes sin cruzarse la cara. Una vida en la que hemos pasado del blanco y negro al TDT. Hemos cruzado un siglo, un milenio y la mayoría de los españoles no han conocido a Franco.

Hoy es 15-J, un buen día para recordar que el futuro está delante. Por eso me joden las memeces de unos nostálgicos que piensan que el futuro está en el pasado, en un pasado fraccionado y sectario. 

14 jun 2010


 No me lo podía creer. Lo leí en un diario provincial: la Gran Timonel de la Gran Ciudad de la Provincia tiene una cuenta en Facebook. Me abalancé sobre mi ordenador, abrí facebook y busqué a la Gran Timonel. Allí estaba, a pelo, recibiendo a puerta gayola la opinión de sus contribuyentes. Tecleé el nombre de nuestro Timonel. Nada. El nombre de los Timoneles chicos. Nada. El nombre del aspirante a Timonel. Nada. Ausentes. A lo sumo algún remero, poca cosa.


     Será la ciudad, que por acomodaticia y apática solo produce Timoneles mediocres y pusilánimes en las cosas de la comunicación. Sólo se comunican con la tripulación, y ello para
palmearse mutuamente. Aunque tal vez no sea por culpa de la pequeña ciudad de provincias.


    Empujado por la curiosidad escribo el nombre de la ciudad: ¡sorpresa!, hay numerosos ciudadanos y agrupaciones pululando por el facebook. 


    -Eso demuestra, Búho, que tenemos una sociedad civil vibrante y con iniciativa -mi amigo Equis, remero silente, se apropiaba sin rubor de las virtudes ajenas- Eso demuestra, Equis, que la sociedad civil es mejor y más osada que sus Timoneles y que sus remeros.


    Buceé en los blogs buscando Timoneles, remeros y palmeros. Nada. Nuestros próceres nos tienen huérfanos de ideas, esconden sus sabias palabras y ocultan sus brillantes propuestas. No entiendo las razones, no comprendo por qué se reservan sus luces, sus planes y sus inquietudes. En este punto aparté de mi recuerdo una frase de Umbral: "Azorín escribe con frases cortas porque tiene ideas cortas", para no aplicarla al silencio de nuestros Timoneles: callan porque no tienen nada que decir, por falta de ideas. Demasiado cruel.


    
    -No te irrites, Búho. Los Timoneles hablan, lo hacen en su facebook particular, en sus blogs particulares...en la radio y la televisión que les preguntan qué le han de preguntar. Son prudentes.
    -Es habitual confundir prudencia y cobardía, amigo Equis
    -Hacen `bolos´ por los barrios, se preocupan por lo que siente la gente.
    -Se preocupan por lo que vota la gente, Equis.


     Repasé melancólico el fesbook de la Gran Timonel de la gran ciudad de la mediana provincia. Algún día, soñé, tendremos un Gran Timonel que sepa escribir. Me conformo con que tenga algo que dictar. 


El Búho de la Sala.

5 jun 2010

El milagro


 El milagro

Mi amigo Equis, el apóstol que me habían asignado, a pesar de su casi medio siglo de vida no tenia más experiencia laboral que la política y una breve incursión en una oficina amiga de la familia; lo suficiente para emborronar un currículum que nunca necesitó.


Pidió el segundo gintonic mientras me hablaba

-Se ha puesto duro el oficio de Timonel, Búho. Muy duro.
-Por las pesetas...
-Por las pesetas que no hay. Ya no podemos acudir a los prestamistas. Mal menor, porque nos han avisado con tiempo para aprovisionarnos. Lo peor es la desbandada de los ladrilleros, ya no vienen con sus carteras llenas y sus regalos para la ciudad. Así no hay Timonel que pueda prometer nada.
-¿Dónde está el problema, acaso las promesas son para cumplirlas?
-El problema, amigo Búho, es que ahora el populacho sabe que no se pueden cumplir.
-Pues algo tendréis que prometer. El populacho elige Timonel dentro de un año.

Equis miraba el fondo del vaso y removía el hielo que flotaba en el gintonic con la punta de su dedo indice. Se concentraba, buscaba una repuesta. Tenía que haberme preparado más, pensó, aunque hubiese sido en la escuela nocturna. Derrotado, levantó la mirada, clavó sus ojos en los míos y apretó los labios.

-Si no hay dinero, ¿qué se puede prometer?. El populacho necesita carnaza, incluso en una pequeña ciudad de provincias melancólica y abúlica como ésta.

Lo miré, parecía preocupado. La Gran Casa, las palmaditas al Timonel y el café de las once eran toda su vida. Le hubiera gustado ser funcionario, pero no se preparó y se tuvo que conformar con entrar a la Gran Casa con su mano acariciando la espalda de un Timonel. Pero ahora...

-Necesitamos un milagro, Búho.
-Prometer que vais a mantener abierta la Gran Casa, que conseguiréis que no se cierre y que todo seguirá funcionando. Si lo lográis será un milagro.



El Búho de la Sala. 

Palmeros



En tiempos de escasez, cuando el ahorro no es una virtud sino una miserable necesidad, los asesores externos, esos extraños que no comparten apellidos, esos bastardos acogidos en la gran casa, han de ofrecer su cabeza para lucimiento del pater, para que el timonel presuma de meter tijera y ahorrar por el bien de la comunidad.


Es la dura vida del palmero: no ha conseguido el acta de remero, se ha quedado fuera de la galera a pesar de haberse roto las palmas aplaudiendo al timonel, de haber reído sus gracias y defendido su honor frente a los piratas enemigos. Como recompensa por los servicios prestados el timonel lo acopló como grumete a cambio de comida y techo.

Los palmeros son más leales que los remeros, saben que se lo deben todo al timonel, que no tienen el aval de los votos y que a un gesto del jefe pierden las prebendas y la soldada. Por eso les duele a los timoneles el sacrificio; y por eso hay jefes que cometen el error de no sacrificar a los grumetes. Pero, ¡ay!, son malos, muy malos tiempos para la generosidad y es preciso aligerar el barco para que se mantenga a flote. Mas tanto sacrificio...¿qué hacer? Le pregunté al apóstol que vela por mi pureza:

-¿Qué piensas Equis, soltarán lastre los timoneles?
-Si es preciso, no lo dudes Búho, no lo dudes. Pero será el último recurso. Los guias necesitan sentir el calor de una palmada en la espalda; los jefes precisan de los halagos como del oxigeno, y nadie como los palmeros para regalarles el oído.
-Pues creo que se quedan.
-Mira Búho, los palmeros caerán en cascada allí donde el timonel haya de elegir entre su imagen ante los más o el agradecimiento de los menos.

Mientras el timonel decide, los palmeros redoblan palmas, agrandan la sonrisa y multiplican sus reverencias para conservar sus pagas. Mas es la gente común la que, con el dinero de sus bolsillos, llena las carteras de los palmeros.

El timonel echa cuentas: ¿cuantos votos me puede costar tan grande generosidad?



El Búho de la Sala 

Jornaleros



Me tienta, me tienta la idea de hacer demagogia con los jornales de los timoneles y de los remeros. Pero no. Voy a ser coherente y a defender lo que siempre he considerado lo más cabal: lo timoneles merecen más jornal. A esta conclusión llegué de la mano de un amigo, ex-primer edil, que dejó el timón de su pueblo para recogerse en su despacho profesional. Necesito ganar dinero, me explicó, y el Ayuntamiento no me paga lo suficiente y hay demasiadas tentaciones, así que mejor lo dejo antes de pecar. Y acabó su mandato como termina el soneto de Cervantes: "Fuese, y no hubo nada"

Sueldos abultados como antídoto contra la corrupción, es un argumento. Pero ya no sirve, no se puede combatir el tifus con una aspirina. Las tentaciones de Jesús en el desierto fueron un juego de parchís al lado de la capacidad de seducción de los nuevos diablos, los demonios que vienen cargados de ladrillos y prebendas. Contra esta enfermedad no queda otra cura que encomendarse a la divina providencia y confiar en que los timoneles y los remeros lleguen inmunizados de casa. Es fe.

Me queda una razón para desear mejores jornales para nuestros timoneles: atraer a los mejores. La vocación de timonear una pequeña y melancólica ciudad de provincias es tan extravagante como la virginidad en una casa de putas. Y si algún timonel, confundiendo molinos de viento con gigantes, proclama en voz alta su "espíritu de servicio a la comunidad", provocará, ya lo verán, un estallido de risa que bien pudiera servir como terapia en estos tiempos de crisis. Más me fío de quien diga que trabaja de timonel movido por un jugoso jornal y por las reverencias de sus remeros que por una abnegada afición por favorecer a sus vecinos. La vida real es así de mezquina.

Concluyo, paciente lector (me consta que cuento con uno, y que usa siglas por nombre), exigiendo a los timoneles que se suban sus emolumentos hasta donde lo permitan las deudas municipales. ¡Pero ay!, también les pido que no basten dos peonadas para percibir un PER, les solicito humildemente que cumplan jornadas laborales, calendarios de trabajo, y, sobretodo, que animen -o amenacen, en caso de rebeldía- a sus remeros para que se ocupen del duro trabajo municipal. O que den apariencia de ello al objeto de no soliviantar a las masas, tan prestas ellas a la critica descarnada. Y si no me excedo en la súplica, bueno sería que solo perciba jornal quien se lo gane, y solo se lo pueda ganar quien tenga tarea que realizar, y todo ello sin inventar ocupaciones ficticias; con lo que, ya lo sé, muchos palmeros tendrán que cambiar de oficio. 

-No se dará el caso, Búho.
-Eso me temo, amigo Equis, eso me temo. Mas confiemos en la naturaleza caprichosa de los hombres, tan capaz de volver estúpido al sensato como de tornar justo al inmoral



El Búho de la Sala 

Un año no es nada


 

En las cosas del poder el tiempo corre más que en las cosas del querer. Y un año no es nada, es el tiempo que falta para la gran regata, para saber quién empuñará el timón de esta pequeña ciudad de provincias. En los camarotes de las Galeras se cuecen conspiraciones, favores, promesas y componendas para designar al timonel-aspirante.

El timonel que escora a babor, el que aparenta guiar hoy a esta pequeña ciudad de provincias, dicen que dice que quiere seguir al mando. Si no hay patrón de más altura que lo impida, no se encontrará remero ni pasajero que vacile: es el mejor, se repiten. El único, gritan otros; afirmación ésta de doble y diabólico filo.

Otro timonel, el que ganó la última regata y perdió los laureles de la victoria, aspira a repetir triunfo sin perder la gloria. Pero tiene a algunos remeros y a bastantes pasajeros con la duda en la neurona. Amargor que pasará, piensa él, con la miel de la victoria, que ya se sabe que el poder amalgama más que el mismísimo cemento.

Los otros dos timoneles en ejercicio, los timoneles chicos, no tienen quien les escriba y su voluntad es la única voz de la tripulación.

Más compleja parece la confección de la nómina de remeros. Mi apóstol Equis, el remero medio decente que vela por mi salvación, me instruye sobre las artes para colocarse en lugar de privilegio:

-Básicamente hace falta una cosa, amigo Búho: hacer saber que tu mayor talento es el silencio y la sumisión.
-¿No es eso mediocridad, amigo Equis?
-La brillantez está reñida con la ambición tranquila, que es la única que se tolera para entrar en la nómina de la Galera.
-Entiendo -mentí-. ¿Y para ganar, amigo Equis, qué se precisa para ganar la gran regata cuando es el pueblo quien decide?.
-Fácil Búho, fácil. Ya se ve que no entiendes de política. Para ganar hay que moverse lo menos posible, no cometer errores y dejar que sean las otras Galeras las que tropiecen con el arrecife. Ten en cuenta, amigo mio, que en este viejo país no se vota por alguien, sino contra alguien, de ahí que tan importante es atraer como no rechazar.


Siguió la conversación. Ya les contaré.

El Búho de la Sala 
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