Esto es lo lógico, aunque con ellos nunca se sabe:
Julio y Agosto.
Los calores estivales debilitan las fuerzas y aplastan las voluntades.
Lo suyo, lo de ellos, es, mustios y desganados, ver pasar los días. No
hay prisa, hay elecciones con la llegada de la próxima primavera. La
consigna es no moverse, no dejarse ver, no cometer errores. El verano
ayuda. Y Julio y Agosto son mucho verano.
Septiembre:
festejos y resaca. Después, arrancar la pesada maquinaria
administrativa, poco a poco, no hay prisa, hay elecciones. Es el final
del verano, el principio de un otoño melancólico y provinciano con sus
tardes ocres y sus políticos en la penumbra. Eso ayuda.
Tic-tac, pasa el tiempo.
Octubre, noviembre, meses
de revoluciones, de movimientos para entrar en calor. Eso era antes,
ahora toca cambiar el armario y sacar la ropa de invierno. Mas ellos,
los Timoneles, sacarán la ropa de precampaña, las promesas olvidadas y
las poses ensayadas.
Ya todo gira en torno a las elecciones,
a las listas, a no quedarse fuera, ¡qué frío! a que te incluyan en
"lugar de salida", a recordar que has sido un remero sumiso y obediente,
a zancadillear a quien moleste, a pasar la mano por la espalda del
Timonel. Ha llegado el momento de la humillación a cambio de un puesto,
el momento de canjear el silencio y la obediencia por cuatro años de
placidez y sosiego. Alta política. Firmes principios. Grandeza.
Ha terminado la primera parte de la función Tic-Tac, Tic-Tac...acomódense, comienza la segunda. Ellos se juegan mucho, nosotros, ni se sabe.
El Búho de la Sala