El pleno solicitado por el
PSOE nos ha traído alguna cosita curiosa y una grave.
Bancos y huertos, lo pintoresco.
El primer banco, por orden de aparición, es el de libros.
Así dicho, banco de libros, me
recuerda el Bookcrossing, la práctica
de dejar libros en lugares públicos para que lo recojan otras personas que, se
supone, harán lo mismo después de leerlo. Bonito de verdad. Pero en Monóvar no
es tan sencillo. La propuesta socialista está pensada para los libros de texto
y consiste en reglarlo –Vidal, obsesionado, repite reglado varias veces- y
claro, en que sea público, muy público. Llega
tarde: familias, amigos y vecinos lo venimos haciendo desde el principio de
los tiempos. Se le adelantó la sociedad, como suele.
El segundo banco es más curioso. De entrada el nombre: “Banco de tiempo de cooperación ciudadana”.
Lo explican con una ternura nivel Casa de la Pradera: yo te plancho y tú me
paseas el perro. El tiempo, el hora por hora, como moneda de cambio. Salvo por
este último detalle peligrosamente mercantilista, se trata de lo que la gente
de buena crianza llama relaciones de
buena vecindad. O simplemente echar una mano. O el hoy por ti mañana por
mí. La novedad consiste en reglarlo (¡por dios, qué obsesión!) y crear un
registro y un control y tal.
Otra: el huerto
urbano…ummm…mes de mayo, a tiempo están de acercarse a Córdoba y deleitarse con `Los Patios´.
Luego me cuentan si es necesario que los poderes públicos se entrometan en las
aficiones privadas.
En fin, toda esta batería de proposiciones bien
intencionadas tiene como objeto “ofrecer un modelo de ciudad diferente:
solidaria, participativa y cooperativa”. El buenismo que destilan estas almas
almibaradas ha bloqueado el espíritu crítico de nuestros concejales y nadie, ni
el batallador Ginés, se ha preguntado si hay dinero para tan acaramelado diseño
urbano. Se ha impuesto la corrección
política y todos han dicho sí. ¡Qué guay!
El asunto grave: los medios
de comunicación. Al final del pleno y a modo de sainete, se ha interpretado
la obra “el extraño caso de la comisión perdida y los medios de comunicación”.
Orgilés, dueño y
señor de la radio y del periódico municipal, se ha parapetado detrás “la
comisión” invisible, donde lleva meses censurando
a la oposición con la complicidad de su socio Poveda. El concejal de los medios
de comunicación oficiales es perro viejo, tanto que debió de escuchar a
Napoleón cuando dijo que “si quieres que algo no avance, crea una comisión”.
Orgilés ni la crea.
A excepción hecha del siempre espinoso asunto de los medios
propagandísticos del gobierno de turno, les
ha salido un pleno rebosante de Casa de la Pradera. Es decir, una pérdida
de tiempo.
Plinio
PD.- Del anterior
pleno he oído poco. A lo que he llegado iba de la piscina cubierta. Aburre el
tema.