(Un colega de dudosa reputación me ha adelantado el regalo de Navidad
en forma de relatos ambientados en El Búho de la Sala, taberna de la que ya tienen noticias. Me pide que se los vaya remitiendo
a Luís Andrés para su publicación, si los considera de interés. Pruebo. –Plinio-)
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Goran Langreneke, albano-kosovar con pedigrí, llegó
a España para tomar posesión de su plaza de mafioso en la Costa del Sol.
Antes de instalarse en Marbella –era la época de Roca colgando un Miró en el cuarto
de baño- visitó el país de norte a sur y de este a oeste; para hacerse una idea
de con quién se la juega, me explicó con posterioridad. Por aquellas
casualidades que por serlas nadie sabe cómo suceden, recaló Goran en el Búho de la Sala y se me acercó
interesándose por mi nuevo corte de pelo, cosa que tiene su mérito al ignorar
el albanokosovar que era nuevo mi corte de pelo. Eso me impresionó. Fue el
inicio de una amistad que viene durando mucho más allá de lo que duran un par
de gintonics.
-Bueno y qué, albanokosovar, ¿dando una vuelta
por España? – pregunté
-¡Cierto, cierto!
Camino voy del Sol en la Costa, tengo oído que profesionales como yo son de un
buen futuro allí. Voy a mirar si más vale la pena que Sicilia ¿No cree usted,
amigo?
-Creo que quieres ir
a la Costa del Sol, pero eso son detalles. Si el sitio te gusta, caminito. Pero
si lo que buscas es abono para el negocio, aunque Sicilia tiene merecida fama, España entera huele a estiércol.
-¿También aquí en
pueblo tuyo?
-Aquí somos muy
españoles, albanokosovar.
-Mejor me llamas
Goran. Más corto. ¿Me cuentas cosas del pueblo tuyo?
-Te cuento, Goran, te
cuento mientras tomamos un gintonic. Rocío,
pon, invito yo.
Disimulé lo que pude,
pero eran años de Mirós en los
retretes, rotondas en todos los cruces y polideportivos en todos los pueblos.
Campos de futbol duplicados, piscinas cerradas y aeropuertos de paseo. Era España en estado impuro: una cueva
recalificada por Alí Babá y sus palmeros. Y por mucho que distraje su interés, Goran lo supo.
-Estoy pensando, D.
Plinio, que igual me vale aquí que allá. ¿Tiene tu pueblo hotel?
-De momento no tiene
ni calabozo, pero todo se andará. Espera que se apruebe el plan urbanístico y
ya verás, ya
-Tú, cachondeo, D.
Plinio, pero voy a estudiar Marbella o
Sicilia o Monóvar.
Goran marchó al sur y
se instaló en San Pedro. En una curva de los alrededores del pueblo montó un
negoció ‘nocturno’ abierto las 24 horas: ‘La curvita de sanpedro’, la bautizó.
Muy de costa, presumía él sin saber yo por qué.
Recientemente, cuando
la crisis ya ha destruido incluso los negocios ‘libres de impuestos’, Goran ha vuelto. En el entretanto montó
negocios costeronocturnos que tuvo
que abandonar cuando aterrizaron los rusos.
¡Qué grandes profesionales!, me suele repetir, ¡tan preparados y con tan pocos
escrúpulos, D. Plinio, que se ve que han nacido para triunfar! Después viajó,
de lo que ha dejado constancia escrita. A ver si se tercia y le damos difusión.
Y finalmente ha vuelto para tomar un Jack Daniel´s en El Búho de la Sala. ¡Ah!,
y cambió el apellido. Ahora se llama Smirnoff, Goran Smirnoff. Estrategia de marketing –me explica-, casa más
mejor con mi actividad mercantil.
Personalmente, y
quede esto entre nosotros, pienso que Pasión,
esa morenaza que toc-toc golpea los
adoquines con sus tacones de aguja, ha tenido algo que ver en el regreso de
Goran. Eso y que Garrafón, el dueño del Búho, le está dando vueltas a traspasar
el negocio y cambiar de aires.