28 feb 2014

El mercado, los asesores y el triangulo de las Bermudas


Lo del mercado.  Llama mucho la atención que ningún partido político, o mejor ningún político local, se pregunte en voz alta que lo del mercado para qué. Discusiones, energías consumidas, euros gastados, enfados y tensiones para construir en pleno siglo XXI un establecimiento medieval. O poco menos. En su origen el marcado está en plazas y calles, es una sana tendencia  higienista la que mete en locales cerrados y cubiertos los puestos de venta. Mayor limpieza, mejor ventilación, amortiguación del frio y del calor y control de pesos y medidas. Ventajas para los consumidores, y eso en el S. XIX. Eran otras épocas, ahora se encargan del decoro las múltiples inspecciones  y los mercadonas y compañía, estos no por su benevolencia sino por su interés –A. Smith diría-. Objetivamente construir un mercado de nueva planta es una iniciativa tan anacrónica como desafortunada  fue la demolición de la antigua plaza de abastos. Es humano que toda divinidad faraónica desee legar a sus súbditos una pirámide con plaquita incluida; lo que no es comprensible es que nadie se cuestione, aun sin combatir, la idea de la necesidad de una pirámide. No es suficiente, por lo oído, adecentar y actualizar lo que hay. Que sea nuevo, qué caray. Servidor, siempre abierto a nuevas emociones, está a la espera de argumentos que no sean “es que lo llevamos en el programa” y la defensa de los comerciantes y tal. Ya sí, pero…

De vuelta con lo asesores. Fue curioso lo de Doña Deseada, concejal del Ayuntamiento de Monóvar y defensora incondicional de su jefe. Es el caso que la edil manifestó su perplejidad cuando un miembro de la oposición se refirió a los asesores como asesores del gobierno (local, se entiende). Dijo que no. En un arranque de populismo chavista los nombro asesores… ¡del pueblo!, degradando a estos profesionales a un bochornoso nivel belenesteban, princesa del pueblo. Señora, que son gente de valía. Pero lo anterior no deja de ser un tropezón reflexivo de la concejal, el fondo del asunto es si el gobierno se deja asesorar o no. Lo deseable es que los asesores lo sean del gobierno, que es quien supuestamente nos gobierna y quien ciertamente tira de chequera. Los demás, oiga, ya nos procuraremos nuestros asesores. En fin, fue un episodio simpático en medio de tanto aburrimiento.

El triangulo de las Bermudas. Hay un rinconcito en Monóvar  que se engulle los euros y el cemento que es un primor. Hablo de la zona cero; de donde la piscina, los pabellones y los campos de fútbol. A veces pienso que se montó ese tinglado para que los políticos tengan de qué charlar en los plenos. Son sus cosas, les entretiene. Si algún día –no lo creo, pero oye…- no hay problemas en ese autentico triangulo de las bermudas monoveras, los concejales se van a quedar sin tema de conversación a la hora del pleno.
Hablando de plenos, la alcaldesa de Elda. Doña Adela amenaza sancionar a una concejal… ¡por no asistir a los plenos! Sin duda, Doña Olga, que así se llama la ausente, estaría más cómoda de concejal en Monóvar, la ciudad sin plenos. O casi sin.

Plinio


16 feb 2014

Moción nonata


En dicharachera conversación tuitera con servidor y el infatigable pga, @gines_rico, Serrello en el mundo real, dijo urbi et orbi que “dejamos pasar San Valentín porque los amores no existen…”. Premonitorio. MONOVER.COM titula las primeras informaciones sobre la moción con sabia cautela:

“¿Perdón y olvido?;  PSOE y GIMV intentan volver a mantener relaciones”.

Cada vez que se habla de la moción es de forma condicional… si se presenta…  Esto es Monóvar, la moción es contra SP, y Orgilés anda por medio.  Pero el PSOE no lo supo, el engañado  suele ser el último en enterarse. Porque cuernos, haylos. Como hay indicios que no se vieron.

El primer dato para la sospecha es la propia naturaleza del GIMV y de su líder Orgiles. Ese partido de pueblo -como le gusta decir a Salvador Poveda sin quedar claro si pretende ofender al partido o al pueblo- tiene impreso en su ADN una inequívoca vocación de experto tratante de ganado: engatusar, medio mentir y amagar sin dar. Enredar en fin. Pero el PSOE no lo sabe.

Conociendo contra quién va dirigida la moción y quién participa en ella, es de un candor pastoril no revisar, atar y resaltar cada coma y cada acento del documento base para la moción. Y no se hizo. Aunque parezca mentira, en el documento negociado por los tres partidos de la oposición… ¡no se menciona el asunto de la alcaldía!  Y más: con una inocencia rayando en la ternura, Vidal manifiesta en Radio Monóvar que “se sobreentendía que la alcaldía era para nosotros (el PSOE)”. Cierto, Nacho, cuando trates con gente que mira de frente sí, pero ahora hablamos de política y de políticos. Aunque sean de pueblo.

Los responsables locales del partido socialista están saliendo a los medios para explicar que les han engañado; escriben artículos con la sana intención de desmarcarse de los otros partidos… pero hasta el momento de escribir estas líneas no me consta que hayan reconocido su responsabilidad en lo que ha resultado una nefasta gestión de una moción de censura. Si es verdad que han estado cerca de un año negociando este fiasco, la dimisión es una opción honrosa.  Por sus militantes, sus votantes y por todos los que han visto frustrada la ilusión del cambio

¿Alguien recuerda a Antonio Hernández Mancha? Cavó su tumba política en una moción de censura.


Mientras, en el Búho de la Sala…


Les conté en un artículo anterior que, con ocasión de la moción de censura, se organizó una porra en la taberna. Resultado: solo siete jugadores, de un total de cuarenta y siete, han acertado al apostar por la no presentación de la moción. Dos son del PP y cinco del GIM. Los otros cuarenta son entusiastas seguidores del PSOE y del BLOC, con algún independiente de pueblo.

3 feb 2014

La ficción de los políticos y la dulce realidad de Goran


Entró al Búho de la Sala, pidió un descafeinado solo con sacarina y susurró al oído de la camarera “Rocío, hay boda”

-¿Es un secreto, señor concejal?

Ningún secreto. Serrello lo dice donde puede y cuando puede: a todas horas y en todas partes. Los novios, que si sí, que si no, son el GIM que se deja querer y el PSOE que posa de duro. Un juego de labios que se acercan y se alejan, que hablan y callan, que se besan y se escupen. Nunca se sabe, son políticos; el disimulo, el llanto en la alegría y la risa en el dolor, qué más da, son políticos. Fingen, son sus cosas. Tanto es así que en el Búho se ha organizado una porra: hay moción, no hay moción, y quién participa en qué. Una moción ahora, siempre con retraso. Si es necesaria hoy lo era ayer, y anteayer, y hace meses. ¿Por qué el retraso?, por el reparto intuyo. ¡El tempo de los políticos, esa ficción teatral tan alejada de los mortales! De este mortal al menos.

Si es, que está por ver, que sea para bien. Eso diría mi abuela, mujer sabia.

Para abstraerme de tanta ficción, le pido un Jack Daniel’s a Rocío y me dispongo a leer la tercera carta de Goran, en la que nos cuenta cómo llegó a la boat y el motivo de su embobamiento, como ya nos anunció en su segunda epístola

Querido Plinio:

El que sigue es un punto de escaso interés para los acontecimientos de aquella noche, pero cronológicamente este es su momento. Te lo resumo: a la salida del local del piano traté con mis camaradas el asunto del condumio nocturno. Como quiera que se formaron dos grupos, uno maduro y reposado partidario de una opípara cena en taberna de alto copete y el otro inquieto y jovial deseoso de conversar con gráciles muchachas, yo eché dos pasos atrás en espera de acontecimientos. En mala hora. La indefinición, amigo, es el mejor camino para la soledad. Preso entre estos dos fuegos, decidí abordar una pequeña taberna donde, sin necesidad de tomar asiento en una mesa, me acerqué al mostrador y allí mismo pedí un vaso de vino con dos tapas, una de espinacas con garbanzos y la otra de chocos fritos, suficiente para lo que esperaba de la noche. Terminada mi suculenta cena y entregado como estaba al placer de saborear un café sin leche o licor que lo enturbiara, me sobresalto el pitido de mi comunicador portátil, ¡qué invento!, y contacté con el portavoz de los jóvenes joviales que así me hablo: “estamos en al boat, te esperamos”. Y cortó la comunicación. Dado como soy a conversaciones breves, entendí el mensaje a las primeras de cambio, de manera que pagué lo consumido y me dirigí a la sala de música y baile.

Una pequeña puerta que no hace justicia al renombre del local da entrada a un minúsculo rellano donde, detrás de una mesa más bien vulgar, se pertrechan tres forzudos porteros dispuestos a cobrar peaje por franquear la entrada. Por fortuna me habían informado de que mostrando a los forzudos porteros la llave del aposento ocupado en e l parador quedaba exento del canon.  Y así fue: asomé la llave y me señalaron, con muy buenas maneras –pase el señor, me dijeron-, unas escaleras escondidas detrás de un pesado cortinaje y que bajan, en tres tramos, hasta un local que deslumbra por su finura y buen gusto. Cegado como estaba por tanto esplendor, mi primera preocupación fue encontrar a mis jóvenes camaradas. Esto –razoné con tino- no es guerra para un solo soldado. A Dios gracias que mi mirada fue arrastrada como un imán hasta la barra. Y claro, allí estaban mis compañeros de batallas, espalda contra la barra, vaso en mano y ojos barriendo el local. Me dirigí hacia ellos como una centella, y sin tiempo para saludar agarré un vaso de licor que me ofreció el mozo encargado de suministrar bebidas al grupo, y en un gracioso contoneo de caderas adopté la misma postura que ellos tenían.

La barra donde descansaba está, si cabe, más acolchada que la de su hermano el local del piano. Allí donde no hay colchón forrado con suave piel marrón puedes acariciar una madera de tanta calidad que miedo daba imaginar los precios de los licores. Apoyada la espalda contra aquel tesoro y con la mirada al frente, la visión que teníamos de la boat era privilegiada: enorme de dimensiones pero cálida de ambiente gracias a la acertada disposición de mesas, sillas y espacios y por unos fastuosos ornamentos que te acarician los sentidos. En el centro del local, rodeado de mesas pequeñas como si fuesen para niños, hay reservado un circulo despejado de muebles y con el suelo de madera noble donde los asistentes pueden practicar sus bailes de moda y sus danzas regionales. Fue con la ejecución de una de estas danzas regionales cuando quedé altamente impresionado, tanto que se me abrió la boca al sorprenderme un súbito silencio y una dulce oscuridad que nos envolvió a propios y extraños, para dar paso, sin aviso previo y con un brio sin par, a un cegador fogonazo de luz dirigida al círculo destinado al baile al tiempo que un rio de armoniosos y rítmicos sonidos inundaban la sala.



“A bailar, a bailar, a bailar alegres sevillanas
Todo el mundo a baila, a bailar, a bailar, ven conmigo a bailar”

Y así durante varios minutos

El alegre soniquete empujó a mozos y mozas de la localidad –los forasteros nos quedamos a la expectativa-, cual si un misterioso resorte los arrojara al círculo del baile. Fue muy emocionante, amigo Plinio, tendrías que haber visto cómo movían brazos y pies los bailarines, cómo los muchachos cercaban a las muchachas, cómo embelesaban las chicas a los chicos mediante sinuosos movimientos y cómo, en fin, se reían y se divertían. Hermoso ritual, hermano

En una próxima ocasión, y con permiso de Goran, desvelaré la carta donde el exmafioso  narra cómo entabla conversación con una muchacha de escultural figura y radiante rostro.


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