En plena demagogia
Cualquiera de sus dos acepciones ilustra, pero fíjense
especialmente en la segunda, concretamente en el arranque de la segunda
acepción de demagogia, según
la RAE: “degeneración democrática…”
Salvador Poveda, (llamémosle Salva, después de oír con que desparpajo llama ‘Dipu’ a la
Excelentísima Diputación Provincial de Alicante. Y es que ya se ve en la Dipu, el hombre), posee una voz
portentosa, de las que resuenan en los pabellones deportivos dando un mitin;
pero patina en los contenidos. En el último pleno, en el pleno extraordinario
–últimamente en Monóvar todos los plenos son una cosa extraordinaria-
convocado para provocar cargo de conciencia
en la oposición, el alcalde Poveda ha manifestado con orgullo que ellos, el PP, saben hacer demagogia… ¡y que van
a emplearse a fondo para practicarla! Veamos, criatura Poveda, en el manual
de buen demagogo, el punto uno es no confesar que se va a hacer demagogia. Hay
que negar aun bajo tortura que se cae en tan vulgar práctica, incluso si lo
tiene en su ADN conviene disimularlo. De lo contrario se pierde eficacia; vamos,
que no le creen, que descubren sus malas intenciones y le toman por el pito del
sereno. Pues SP, ese genio de la política, va y confiesa que es un
experimentado demagogo y que le pone
practicar la parte más miserable –por falsa, mentirosa y traidora- de la
actividad política. Ahora ya sabemos que diga lo que diga él o alguno de los
suyos se trata de una “degeneración democrática”, de una farsa para ganarse el
favor de la gente. Poveda ha logrado la credibili
dad
cero para él y para su equipo. Y eso no es justo. Aún los hay que merecen
salvarse de la cremá.
No sé si este año trece, Poveda pasará a la historia local
por ser el alcalde incapaz de organizar las fiestas de septiembre o si finalmente le salvarán
el culo, pero en este día de finales de junio ya hay paisanos preparados para
organizar unas fiestas populares. Rigurosamente populares, organizadas por el pueblo.
Si se consiguiera, quedaría probada la teoría italiana, en la que creo
firmemente, de que sin gobierno se vive más feliz.
Sin gobierno y sin oposición,
que estos también tienen lo suyo. Dejar al Ayuntamiento sin un ascensor de
doscientos y pico mil euros pagando solo veinte mil, es una memez. Por no decir
gilipollez. Así tengan que subir al palomar colgados de dos muletas y a la pata
coja. La única razón para boicotear esta bicoca es la sospecha que ha dejado
caer el malévolo Serrello, de quien me declaro rendido admirador, y que le ha
costado el insulto de la hooligan
Desiré, antes joven promesa. Y aún así.
Este trajín de plenos no celebrados, de asuntos de sentido
común no aprobados, de demagogias e insultos, es la incapacidad de unos y de
otros. Incapacidad de Poveda para gobernar o largarse, que es lo que se hace
cuando no se puede gobernar; y de la posición para tomar el timón, que es lo
que se hace cuando se critica al gobierno y se le puede sustituir por métodos
legales.
Mientras estos se demagogian
los unos a los otros, las fiestas sin organizar. Y es que quizá, quizá, ha
llegado la hora de que el pueblo se organice ninguneando a esta panda de
demagogos.