Triste, gris, mediocre y cobarde sin alma; así es la realidad que se ha impuesto a la
fantasía multicolor diseñada en los despachos de políticos, promotores, y
demás vips de visa oro, dinero fácil
y ego subido. ¡Se acabó! Un guantazo de realidad ha golpeado el rostro de siete, siete eran siete, ciudadanos despedidos por el alcalde
mediante ERE no declarado. Primero dos, los suyos, luego los cinco de su socio.
Así se lo repartían: los tuyos, los míos.
Pura mercancía. Lo siento por ellos, la circunstancia humana, pero estaban donde
nunca nadie debió estar. También son víctimas.
Ahora toca sacar pecho,
ahí es donde se ve al político de raza: llenar todo su alrededor de
mierda y coger raudo y veloz una pala – ¡rápido, la foto que me voy a la ducha!- al grito de ¡esto lo limpio yo! Mi héroe.
En los tiempos en los que la bonanza permitía la fantasía,
se inauguraban obras que no se estrenaban, obras para la posteridad y no para
el presente. Centros de día, piscinas,
campos de futbol, fuentes y rotondas solo
eran un fhotocall donde se
fotografiaban las celebritis locales. Ahora su mantenimiento es un
problema. Han querido meter dos gimnasios, una zona de ocio, un auditorio y una
megatele de plasma en un pisito VPO de sesenta metros cuadrados; y con
asistente, doncella, mayordomo y chofer cuando en realidad nos conformábamos
con unos muebles de IKEA pagados al contado.
La realidad le ha metido un gol por toda la escuadra a la fantasía.
Es el momento de pasarnos a la realidad con armas y bagajes, es el momento de
despertar de una ensoñación falsa y cara, el
momento de la verdad miserable y dolorosa.
Monóvar se merece una
segunda oportunidad. Y son ustedes, los políticos, quienes se la han de
conseguir. Ya tienen nuestra comprensión; ahora recíclense, dejen de soñar en
el lugar que ocuparán en los libros de historia y concéntrense en el día a día.
Suerte, la necesitamos.
Plinio