Tropiezo en la puerta de un local con unos conocidos por los que siento
un especial afecto. Están en un local comercial que preparan para la
apertura de un negocio.
-¿Para cuándo?
-¿Abrir? Pues cuando abra el Ayuntamiento. Hemos ido para los permisos y están de vacaciones. Esperamos que a partir del 1 de septiembre haya alguien.
A la caída del sol me encuentro con mi amigo el señor Equis. En la
pequeña ciudad de provincias la tarde llega desperezándose de una siesta
que no se ha ganado, aspirando pausadamente un agosto aletargado y
aburrido, y con un ligero cosquilleo al ver las luces que anuncian las
fiestas patronales. "¿Mucho lío en fiestas?", pregunto a mi amigo, el mediocre remero que cuenta los días que le faltan para la prejubilación. "Lo que no está en los escritos, Búho. Es cuando más trabajamos.
Procesiones, exaltaciones, verbenas, toros, visitas a los
barrios...ufff, ¡y no veas el gran Timonel!, porque claro, la gente va a
la verbena y por la mañana duerme, pero nuestro guía ha de acudir a
otros actos. La gente, la buena gente, quiere verlo, vitorearlo y
abrazarlo en estos días tan señalados. Y los Timoneles se deben a su
pueblo...meses antes de las elecciones" . Pedimos dos gintonics y le refiero el encuentro de la mañana, el del local pendiente de permisos.
-Serán extranjeros, Búho, porque a ¿quién se le ocurre hacer
gestiones en el Ayuntamiento en el mes de agosto? La maquinaria está
parada, y la gasolina que le queda es para trabajar en fiestas, en las fiestas quiero decir.
No le aclaro si son de aquí o son de allá. Apuro el gintonic, pago y me voy
El Búho de la Sala
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