Esto huele a moción de censura y a retirada.
No es Orgilés
político de gobernar sin la chequera a mano. No sabe. Sin gasto, sin dispendio,
sin campos de futbol multiplicados, sin piscinas cubiertas, plaza de toros,
fuentes, rotondas y telepropaganda no sabe. No le salen las cuentas, no vale la
pena. Las penurias no son para D.
Emilio.
El alcalde Poveda, que aún no entiende cómo se ha
evaporado su fantasía de un Monóvar de sesenta mil habitantes, se encuentra
agarrotado, superado por una realidad
canalla que le ha impedido ser el alcalde de la grandé monovera, el alcalde del renacimiento local. Se ha quedado en un alcalde mediocre
incapaz de sortear una crisis. Zapatero bis.
No solo les han cortado el gas, se han deshinchado. Cuando
ha llegado el momento de gobernar han echado el culo patrás preguntándose por qué les ha tocado a ellos, a los
elegidos, a los llamados a trasformar la ciudad y convertirla en… ¿en qué?,
nunca lo explicaron. Se acabó la fiesta, las copas están sin pagar y no hay un
duro, ¿ahora qué? Meses atrás el
Ayuntamiento cayó en manos de prestamistas. Cientos de miles de euros con
el pago de unos intereses griegos por adelantado y un favor que ahora
se quieren cobrar: la subida del recibo del agua en un 40% según Orgilés. La
ciudad no da para tanto juego infantil. Y los presupuestos –pecata minuta,
deben de pensar- sin aprobar. Para
emigrar.
Una posibilidad: Orgilés
rompe con su sosias Poveda, le da
el poder a Picó y si te he visto no me acuerdo. Sale, Orgilés, por la Puerta
del Príncipe y se sacude el albero de un pueblo boquiabierto por las travesuras
de sus próceres de `cartón piedra´. Pallorar,
oiga, pallorar.
Plinio
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