¿Y a quién le gusta? Me lo he preguntado después de leer en
MONOVER.COM el delicioso artículo de Alfonso Armada
publicado en ABC. Habla de Azorín (esa tilde) y de los monoveros.
Y de Monóvar, el lugar donde sobrevivimos, donde tenemos a la familia, a
los amigos y a los enemigos. Lugar de saludos en la calle y habladurías en las
casas. El lugar donde soñamos con ir a otra parte. El sitio de donde salen los
más jóvenes con el sabio propósito de convertirse en `monoveros ausentes´, la
mayor distinción que puede ostentar un monovero en tiempos de paz o de guerra.
Signo de inteligencia y de éxito.
Monóvar es un pasado sin historia y un futuro ficticio. No hay huellas que
demuestren nuestra existencia. Una pared que hemos acordado llamar castillo y
que bien pudiera ser el almacén de desecho del castillo que tiene cada uno de
los pueblos vecinos. No sorprende que no tengamos fiesta de Moros y Cristianos,
sorprendería descubrir que moros y cristianos han convivido y luchado en
Monóvar. Son impresiones de un pasado que sucedió sin historia. Cuentan que el
pueblo está minado de túneles, cuentan que surcan el pueblo desde el
Ayuntamiento hasta la viejas escuelas, desde la Iglesia hasta no sé dónde. Lo
cuentan, pero no conozco a nadie que los haya visitado, ni fotografiado, ni
restaurado. Solo sé que lo cuentan, solo sé que una posible prueba de que este
pueblo tiene historia, está bajo tierra, agazapada. Callado, tal vez
avergonzado, así me dicen que ven al pueblo. Son gent de fora quienes lo dicen. ¡Bah, qué sabrán! A mi, en cambio,
el pueblo siempre me ha recordado a un funcionario de los antiguos, de los que
el primer día de trabajo echan números para saber cuánto tiempo les falta para
la prejubilación y qué renta se les va a quedar. Que las ambiciones de la
juventud no estropee una rutinaria jubilación.
Monóvar, como parte de esa España permanentemente prejubilada, sólo
conserva rastros de cristiandad. La Iglesia de San Juan Bautista, la ermita de
Santa Bárbara, el convento de los Capuchinos…el siglo XVIII. O no, sin siglo;
después de todo la Santa Madre Iglesia es intemporal. Como la prejubilación de
un funcionario de los antiguos.
Pero no pierdan el tiempo con un pasado sin historia y lean, lean el
artículo de Alfonso Armada y contéstense, ¿y a quién le gusta? Habla de
Monóvar.
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