Pensaba que era una leyenda
urbana, pero no. Existe. La obsolescencia programada se maquinó hace ochenta años y tiene forma de malvada conspiración
¿Malvada?
Lo perverso no es el concepto en si mismo, sino el campo donde se aplique.
Cuando unos desalmados se reúnen para limitar la vida de nuestros ordenadores,
es una inmoralidad y una estafa. Pero pensemos en otras aplicaciones de la obsolescencia
programada: el límite de dos mandatos
presidenciales en los USA. De los Estados Unidos hemos importado el habito de
fumar como carreteros y luego la persecución inquisitorial a los fumadores,
pero no hay cojones de copiar el límite
temporal para gobernar. Aquí todos se creen reyezuelos merecedores de
acompasados aplausos y fervorosas aclamaciones. La aclamación, esa tiranía de las emociones, esa anulación de la razón y
de la libertad individual. ¡Ay de aquellos que no aplaudan y vitoreen al líder!
La
obsolescencia programada puede ser una putada o una bendición según se aplique
a la lavadora o al político adherido al cargo. ¡Aire, aire!
Con retraso y no por ello con
menos intensidad, les deseo toda la suerte del mundo para el 2013.
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