En Monóvar hay cientos de casas de campo, o de casas en los
campos, con irregularidades desde los cimientos. La del asistente Tendero no es una más, es la casa de un veterano popular que ha dejado una concejalía para continuar en los pasillos
del Ayuntamiento protegido por el alcalde. Tendero no se ha equivocado
realizando una reformita, no ha hecho lo
que fan tots. El PSOE lo denunció, le avisó, y él siguió. Prepotencia,
posiblemente. O soberbia. Aunque lo más probable es que sea un mal cálculo de
los límites de la impunidad. No es un intocable; Elliot Ness sí lo era, y no porque la ley no le alcanzara sino por
todo lo contrario, por no apartarse ni un milímetro de ella y convertir la
norma y la moral en un blindaje frente a los envites de Al Capone. No hay color.
No se puede meter el “caso Isidro” en el mismo limbo de
tolerancia que disfrutan cientos de viviendas irregulares. El problema de las
casa de campo ilegales en Monóvar es histórico y ningún Ayuntamiento se ha
atrevido a abordarlo, posiblemente por el temor de provocar situaciones
injustas. Las soluciones, y doctores
tiene la Iglesia para proponerlas, no son muchas: o amnistía, medida probablemente
ilegal, o aplicación de la ley, o adaptación de la norma urbanística a la
realidad histórica o permanecer en el limbo.
Supongo que habrá otras y más acertadas, pues que las propongan alguno
de los asesores o de los técnicos o… ¡pues no hay gente para pensar! Que se
pongan al tajo.
No sé cómo acabará el caso del asistente y su chalet, pero,
como un Pablo descabalgado camino de Damasco, nuestros políticos habrán abierto
los ojos sorprendidos de que no sólo disfrutan de prebendas sino que también
sufren las servidumbres del poder. Una
de esas servidumbres es la obligación de cumplir la norma más allá de lo
humanamente exigible, como los héroes. Pero no son Elliot Ness.
PLINIO
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