11 ago 2014

Tardes de Verano / Los Sonidos del Verano


Siempre he pensado que la primavera se huele. Así huele abril. Aromas de vida, de frescor, de lozanía, de sonrisa… El invierno en cambio, eso me parece a mí, se paladea. Recogimiento obligado por el frio con un algo que entone el cuerpo. ¡Que mira qué te digo, que si no hay fasegures, que sea aunque sea un Colacao, niña; eso sí, mira que esté calentito!… Otoño, la mirada se pasea desde la hoja amarilla caída en el parque hasta la hoja del calendario, esperando.

Y el verano.

El verano se oye, se escucha, tiene sus sonidos propios, sus ruidos de temporada. Lo contaba Goran Smirnoff en la barra de El Búho de la Sala. Pasión escuchaba y asentía.

-Supe de los sonidos del verano una  noche de junio, Plinio. Una noche de suspiros, rota por un estruendo lejano que hizo temblar la habitación de aquel singular hotel. Escondido en la montaña, tiene ese hotel vistas a un mar lejano, iluminado aquella noche por la luz de una luna llena fuera de calendario y suspendida sobre las aguas de la playa. “Por ser la noche de sanjuán”, me explicó la luna.  Entre el mar y la luna, ¿qué cabe entre el mar y la luna, amigo? Encendí un puro y guardé un respetuoso silencio. Hasta las guitarras callaron aquella noche de verano para averiguar qué cabe entre el mar y  la luna.



Al estallar el último y sonoro cartucho susurré en voz baja, con miedo a romper el hechizo: “acabamos de oír al verano llamando a la puerta.” Cogidos de la mano nos fuimos a romper  la noche.

-¡La historia es mía, Goran ladrón! Te la conté una tarde de verano. No está bien robarle una historia a un amigo. Y lo peor: ¡me has robado la noche!

Goran se quedó con la chica y me devolvió la historia. Era verano, era por la tarde. En las tardes de verano no se discute. Pero quiero reivindicar aquella noche de sanjuán; sin estridencias, en voz baja. En lo alto de una montaña, camuflado entre la vegetación, hay un hotel sin recepción ni servicio de habitaciones, de estancias individuales a modo de bungalós y paseos entre pinares donde nunca te cruzas con otros paseantes. Un refugio desde donde se ve, abajo, lejos, un pedazo de Mediterráneo.  El lugar ideal para unos ejercicios espirituales, si es que quedan espíritus para ejercitar. También son ciertos los fuegos artificiales, y que me despertaron, y que aquel sonido me acompañó los siguientes meses, justo hasta la gran mascletá de septiembre, fiestas del pueblo. Así ha sido cada año, cada verano, cada septiembre. Mientras llega la traca final, en las tardes de verano velamos armas entre horchata de avellana y gintonic. Todo es poco para mantener vivos los sonidos del verano. Para alargar el verano.

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N.B. Les propongo rutas alternativas para estas vacaciones. Lugares históricos que han imprimido carácter a esta nación. Es la búsqueda de nuestra “Marsellesa”

Oratorio de San Felipe Neri, Cádiz.


Alguien lo ha señalado como el origen. En San Felipe Neri , con el altar cubierto por un velo, empezamos los españoles a hablar de libertad e igualdad. Hoy, como en el Cádiz de 1812, ha sido necesario recordar que somos libres e iguales. Allí, donde todo empezó.





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