Siempre he
pensado que la primavera se huele. Así
huele abril. Aromas de vida, de frescor, de lozanía, de sonrisa… El invierno en cambio, eso me parece a mí,
se paladea. Recogimiento obligado por el frio con un algo que entone el cuerpo.
¡Que mira qué te digo, que si no hay fasegures,
que sea aunque sea un Colacao, niña; eso sí, mira que esté calentito!… Otoño, la mirada se pasea desde la hoja
amarilla caída en el parque hasta la hoja del calendario, esperando.
Y el verano.
El verano se oye,
se escucha, tiene sus sonidos propios, sus ruidos de temporada. Lo contaba Goran Smirnoff en la barra de El Búho
de la Sala. Pasión escuchaba y asentía.
-Supe de los sonidos del verano una noche de junio, Plinio. Una noche de suspiros,
rota por un estruendo lejano que hizo temblar la habitación de aquel singular
hotel. Escondido en la montaña, tiene ese hotel vistas a un mar lejano,
iluminado aquella noche por la luz de una luna llena fuera de calendario y suspendida
sobre las aguas de la playa. “Por ser la noche de sanjuán”, me explicó la luna.
Entre el mar y la luna, ¿qué cabe entre
el mar y la luna, amigo? Encendí un puro y guardé un respetuoso silencio. Hasta
las guitarras callaron aquella noche de verano para averiguar qué cabe entre el
mar y la luna.
Al estallar el último y sonoro cartucho susurré en voz baja,
con miedo a romper el hechizo: “acabamos de oír al verano llamando a la puerta.”
Cogidos de la mano nos fuimos a romper la noche.
-¡La historia es mía, Goran ladrón! Te la conté una tarde de
verano. No está bien robarle una historia a un amigo. Y lo peor: ¡me has robado
la noche!
Goran se quedó con la chica y me devolvió la historia. Era
verano, era por la tarde. En las tardes de verano no se discute. Pero quiero
reivindicar aquella noche de sanjuán; sin estridencias, en voz baja. En lo alto
de una montaña, camuflado entre la vegetación, hay un hotel sin recepción ni
servicio de habitaciones, de estancias individuales a modo de bungalós y paseos
entre pinares donde nunca te cruzas con otros paseantes. Un refugio desde donde
se ve, abajo, lejos, un pedazo de Mediterráneo.
El lugar ideal para unos ejercicios espirituales, si es que quedan
espíritus para ejercitar. También son ciertos los fuegos artificiales, y que me
despertaron, y que aquel sonido me acompañó los siguientes meses, justo hasta
la gran mascletá de septiembre, fiestas
del pueblo. Así ha sido cada año, cada verano, cada septiembre. Mientras llega
la traca final, en las tardes de verano velamos armas entre horchata de
avellana y gintonic. Todo es poco para mantener vivos los sonidos del verano.
Para alargar el verano.
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N.B. Les propongo rutas alternativas para estas vacaciones. Lugares históricos que han
imprimido carácter a esta nación. Es la búsqueda de nuestra “Marsellesa”
Oratorio de San Felipe Neri, Cádiz.
Alguien lo ha señalado como el origen. En San Felipe Neri , con el altar cubierto por un velo, empezamos los españoles a hablar
de libertad e igualdad. Hoy, como en el Cádiz de 1812, ha sido necesario recordar
que somos libres e iguales. Allí,
donde todo empezó.
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