Un país con el 50% de
paro juvenil tiene, imagino, a la
mitad de sus jóvenes buscando trabajo y a la otra mitad vigilando el suyo desde
la esquina. Pongamos, por poner, que es España.
Después de vigilar los unos su trabajo para no perderlo y de
que los otros busquen y no encuentren el que no tienen, se convidan a unas
cañas y se lloran unos lamentos en hombro ajeno: que si lo mal que está la cosa,
que si somos una generación perdida (otra), que si esto que si aquello. Se
calientan, se vienen arriba y se
indignan. Les sobran los motivos, que diría el maestro. Es el porqué de su unánime cabreo; claro
como agua de mayo. El contra quién,
ahí es donde un servidor de ustedes se pierde. Y en el cómo, donde comienzan las divergencias. Del para qué, ni hablamos
No cuesta nada lanzar miradas venenosas contra los mercados, el capitalismo, el neoliberalismo –que´est que c´est?, lo de neo-, los bancos, los políticos, la biblia en pasta o contra el
sistema…ayyy, el sistema. ¡Ea, pues a por un nuevo sistema! Y ahí, ya les digo,
me pierdo. Prometo analizar con simpatía cualquier alternativa que se presente, o casi cualquier. No se corten y
presenten, presenten propuestas originales. No se limiten a una aburrida e insustancial revuelta
socialdemócrata exigiendo educación y sanidad gratis, empleo fijo y pensión
garantizada. No encallen la imaginación y elévenla al poder. Levanten los
adoquines para descubrir la playa, practiquen el amor libre y coloquen rosas en
los fusiles. Recuperen el Mayo francés y pidan lo imposible.
Para que el mundo entero conociera su indignación, nuestro
jóvenes y no jóvenes se fueron a vivir, hace ahora un año y por una buena
temporada, a la Puerta del Sol y otras principales plazas del país. Al principio
bien; recibieron simpatías, comprensión y ánimos. Pasados los días, semanas y
meses, el acto de protesta se transformó
en la alternativa. Y no. Cansa, aburre y pierde fuelle. La
protesta permanente no puede ser un modelo de nada. De hecho, la protesta, si
es permanente pasa a formar parte del paisaje y se vuelve invisible. De ser el detonante del cambio se convierte
en un molesto forúnculo con el que hay que convivir a diario. Y ahí fallan. Es
fácil decir no, pero hay que
entusiasmar con los sies. Hay que plantear una alternativa y presentársela
al pueblo, y eso, en democracia, se llama elecciones. Preséntense.
Y claro, digan quiénes
son. Para poder votarles, o no.
Cosas de la libertad, la gran revolución que se nos escapó.
Creo que el 12M2012
va a tener menos impacto que el otro 12M, el de 2004.
PLINIO.
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