Las fuerzas conjuntas del maligno y del benigno se han
confabulado para que este agosto lo sea menos. Incluso que no lo sea. Tan es
así que ya pensé que estábamos fuera del
puro verano. Pero es que no. Es solo cosa del negocio. Del negocio del
futbol, lo que me ha desorientado.
Cuando un servidor era niño chico, Gento jugaba los domingos, con bufanda y en blanco y negro.
La
canción, ¿les suena?
Por qué, por qué… los
domingos por el fútbol me abandonas
no te importa que me quede en casa sola.
No te importa
por qué, por qué… no me llevas al partido alguna vez!
no te importa que me quede en casa sola.
No te importa
por qué, por qué… no me llevas al partido alguna vez!
[Época en que las chicas se preguntaban qué potente
veneno es el fútbol que incluso fomenta el abandono conyugal.]
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Quizás quizás… tu me
mientes al decir que
vas al fútbol
es seguro que lo empleas como escusa
es seguro
quizás quizás… yo me entero alguna vez de la verdad!
es seguro que lo empleas como escusa
es seguro
quizás quizás… yo me entero alguna vez de la verdad!
[La sospecha]
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Te seguiré y comprobaré si con
otra vas,
no me engañarás
contigo iré y si no es así, tú verás…
con mamá, mamá, mamá volveré!
no me engañarás
contigo iré y si no es así, tú verás…
con mamá, mamá, mamá volveré!
[La gran ventaja de las chicas…siempre les queda
mamá]
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Los campos de
fútbol los recuerdo embarrados, con
el balón frenado en los charcos y las gradas repletas de señores con bigotito y
media calva que de pie y enfundados en abrigos con el cuello subido le gritaban
al árbitro cosas feas. Hijo de puta y eso. En el NO-DO lo traducían como “una respuesta del público a la provocación
‘del de negro’. Indignados, los buenos aficionados españoles le preguntan al árbitro
si está ciego”. Esto, claro, si se trata de un partido internacional y el
árbitro, ¡inglés!, se ha comido un penalti de libro. Si el partido era de liga
nacional el NO-DO prefería hablar de la “legendaria bravura de los vascuences,
dignos herederos de los míticos conquistadores hispanos, que no dejan pasar un error arbitral”. Pero
para mí que le decían hijoputa.
Me hice del Madrid por ser de alguien, aunque mi
pasión oculta siempre ha sido el Hércules. Oculta, tan oculta que nunca recuerdo que le tengo querencia. Y lo
poco que ellos ayudan. Pero cuando uno es un buen español, un españolazo diría
yo, ese uno tiene que ser de un equipo de fútbol con la misma seriedad y firmeza
con la que es pro o anti taurino. Así que me hice forofo a
tiempo parcial de un equipo cómodo y no encontré motivos para convertirme en antitaurino.
La tarea, reconózcalo, no es fácil, porque ¡manda huevos ser un españolazo en
España! Pero aquí estoy, resistiendo:
del Real Madrid y taurino. Ya solo
falta que me guste el fútbol y los toros.
Les he contado todo esto para justificar mi retraso
en estas citas estivales, citas de tardes agosteñas empapadas de naderías. Como
pueden comprobar, el motivo tiene sustancia. Tanta que siento decirles que la
temporada estival, sabedora de sus flaquezas, huye en desbandada ante la regia
presencia del futbol, el imbatible. Señores, señoras, Su Majestad el Fútbol.
Con bufanda y abrigo. Aun en Agosto.
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