(Abrimos un paréntesis navideño y dejamos las
cartas de Goran para un momento menos empalagoso. Lástima, entran en una fase
apasionante. Pero es la Navidad, no hay escapatoria. Goran ha vuelto para la
ocasión. Dice que acompañado)
Goran trajo la luz
Me senté en silencio en un taburete de la barra y volví a
leer el sms de Goran: “Salimos ahora, nos vemos en el Búho de la Sala”…salimos…él
y quién más. El mensaje me entró a las ocho de la mañana, por lo que
–pensé- están al llegar. Rocío me
sacó del ensimismamiento al advertirme de la llegada de Goran. Miré a la puerta,
busqué y no encontré compañía alguna. Goran
entró solo. El exmafioso se detuvo en la
entada del local, observó perplejo el Papá Noel tamaño natural colocado en el
pasillo que conduce a los servicios, quedó hipnotizado por las bolas de colores
que colgaban del techo y se acercó hasta el belén montado junto a la gramola…
-¿Te gusta, amigo? –le grité
-Perdón, Don Plinio, pero no me esperaba esto –mientras
contestaba se acercaba hasta el final de la barra, donde yo estaba-, son cosas
que no entiendo bien. No entiendo
por qué tienen al niño medio desnudo con este frio y con la pasta que pilló de
los reyes que hacen magia; no comprendo cómo es que nació donde nació cuando su
padre todopoderoso lo hubiera podido arreglar para que naciera en Puerto Banús
y en verano… es todo muy raro
-La
tradición, amigo, la tradición.
-Tendría yo que
haber disfrazado a mis locales de la costa de estas cosas, amigo Plinio. Igual
fui descreído y fallé, ¿no te parece?
Y Goran
comenzó a hablar de sus últimos negocios, de un local que llamó “El Clandestino
incorrecto”, donde se permitía fumar tabaco de contrabando de Gibraltar, beber
wisky de Segovia y atiborrarse de colesterol de la Mancha…
Lo que hace la desesperación, pensé. Y cambió de tercio, por
fin.
-Pide dos copas, Plinio, tengo que decir algo contigo
Pido dos gintonics y Rocío nos sirve dos cervezas. Cada hora -nos dijo- tiene lo suyo, y a esta hora
algo forzada, mejor caña y tapa. Goran cogió el vaso y sin mediar palabra
despachó media caña.
-Verás, Don
Plinio, quería yo saber, hablando de religión, si tú eres más amigo de Reyes de
Magia o de Papá Noel.
-En asuntos
de regalos soy de ‘aquí te pillo, aquí te mato’. ¿Tienes algún regalo para mí?
Goran apuró
la cerveza y caminó decidido hasta la entrada del Búho de la Sala, abrió la puerta y un fogonazo de luz invadió el
local. Eran las dos de la tarde, esa hora de nadie, esa hora de esperar la llegada de otra hora, de tomar café con
cerveza. Esa hora de ese día un sol
brillante y metálico de invierno se colgó a la entrada de la taberna. Su luz potente y serena nos hechizó,
quedamos en silencio, esperando, solo esperando sin saber el qué. Justo
entonces surgió una figura
recortando la luz del sol y envuelta en un humo de tabaco clandestino. Avanzó
unos pasos, se detuvo junto al belén y
me pareció que oteaba el local en busca de alguien. Sentí su mirada clavada en
mis ojos, segundos después sonó un taconeo que me resultó familiar, un toc-toc
firme, seguro, decidido. Nos separaban pocos metros, su imagen, cada vez más
nítida, fue tomando vida; la luz de sus ojos
eclipso el sol de media tarde, los latidos
que brotaban de su pecho silenciaron los villancicos que sonaban en la gramola,
una sonrisa silenciosa y melancólica
detuvo el tic-tac del reloj de pared…
-Hola,
Plinio
-Hola,
serrana.
-¿Cuánto
tiempo?
-Una vida.
-¿Y hasta
cuándo?
-Hasta más
allá de la muerte.
La luz de
sol se intensificó hasta engullir la figura de la dama mientras la puerta de la
taberna se cerraba con un golpe seco. En
la barra, junto al gintonic que Rocío no me sirvió, apareció un paquete. Lo abrí.
-¿Qué es,
Plinio? – preguntó Rocío dando saltitos para asomarse por encima de mis hombros
-Un
recordar, seguro –aventuró Goran
-No Goran,
no es un simple recuerdo. Es un sueño
El sueño de una vida
hasta más allá de la muerte. Amarradito, para que no vuele sin nosotros.
Feliz
Navidad desde el Búho de la Sala.
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