17 mar 2012

La Pepa, 200 tacos


(1812-1814)
(1820-1823)
(1836-1837)
Constitución a ratos. ¡Qué país!

Siendo yo joven, un bravo liberal curtido en mil debates de ideas me dijo con voz pausa: “muchacho, esta del 78 es la mejor Constitución que hemos tenido los españoles, pero mejor le iría a éste país si tuviéramos vigente y actualizada la de 1812”. Lo miré a los ojos y siguió hablándome de la Pepa.

La Constitución,  la ley de la que maman todas las leyes –me dijo-, no solo hay que valorarla por su contenido material, es justo e inteligente envolverla en su momento histórico y, sobretodo, enlazarla con la historia del propio país así como proyectarla en la idea de nación que se tenga para el futuro. La Pepa –continuó- supo estar en fecha y le tendió la mano a las colonias reconociéndoles estatus de provincias, adoptó como propias las ideas liberales del entonces enemigo francés y abrazó por primera vez el concepto de separación de poderes y de Nación de ciudadanos.  No olvidaron los parlamentarios de Cádiz la tradición monárquica española, aunque, recodando el pasado y mirando el futuro, acotaron la potestad del rey y declararon que la soberanía residía en la Nación y no en el monarca, convertido éste en rey constitucional. La Pepa estaba concebida para que en el gobierno de España se alternaran partidos políticos de diferente tendencia ideológica, por lo que previó en su mismo articulado una ley electoral que establecía el sufragio universal limitado.

Art. 1º: La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios
Art. 3º: La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a esta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales

Con infantil ingenuidad, la Constitución de Cádiz obliga a la Nación a promulgar leyes sabias y justas al tiempo que exige a los españoles ser justos y benéficos y amar a la Patria. No menos ternura  produce la Constitución cuando le recuerda al Gobierno que su objeto es la felicidad de la Nación, declarando que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.

Y entonces, cuando parecía que los españoles habíamos encontrado el camino de la modernidad llegó un rey felón, el traidor Fernando VII que, fingiendo ser el primero en caminar por la senda constitucional, comenzó siglo y medio de duelos a garrotazos entre españoles.

Y es por eso, chaval -concluyó el bravo liberal-, por lo que esta nación sería un país mejor si hoy viviese la Pepa, significaría que llevamos doscientos años sin salimos de la senda de la convivencia libre y pacífica evitándonos así unas cuantas guerras civiles y algún millón de españoles muertos a manos de otros españoles, aunque ello suponga que Goya no pintase el “Duelo a garrotazos”.

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Las Cortes españolas, reunidas en el único lugar de la España peninsular no ocupado por el ejército francés, aprueban en Cádiz la primera Constitución española el 19 de marzo de 1808, sólo dos décadas después de ratificarse la de los Estados Unidos, la primera Constitución escrita de la historia moderna.
La Constitución americana sigue vigente, la española no logró sobrevivir al cainismo incrustado en nuestros genes nacionales.


Plinio

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