12 jul 2011

Igualdad ante la ignorancia


El escrito del Ministerio de Medio Ambiente entró en el Ayuntamiento en octubre de 2008. Solo lo sabía el funcionario responsable.

Lo ha dicho uno de los portavoces del Pp de Poveda: "Molina -el entonces concejal- no conocía el tema" Seamos generosos y aceptemos que, como concejal de Medio Ambiente, sí tenía conocimientos sobre el "tema" de la alta tensión, pero desconocía la recepción del escrito ministerial y que, por lo tanto, su pasividad no fue por ignorar la importancia de la alta tensión en el salón de casa, sino por desconocer que se había iniciado un procedimiento administrativo. Parece más excusable la dejadez que la ignorancia.

El asunto tiene su aquel: cuando un ciudadano del motón lava su coche -manguera, cubo, jabón y trapos varios- a la puerta de su casa, lo más probable es que se le acerque un municipal y le diga que  eso no se puede hacer, que está prohibido por algún polvoriento reglamento y que, además, está sancionado. "Mire usted, señor policía, que yo no sabía nada", alega el ciudadano del montón en un intento por esquivar la multa. "Mire usted, señor ciudadano del montón -responde el municipal libreta en mano- como usted muy bien sabe, y si no lo sabe aquí estoy yo para engordar su parca cultura ciudadana, el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Tome usted, pague por caja"

Dos cositas breves:
Una: el principio del cumplimiento de la ley aunque se ignore su existencia puede parecer injusta. Algún eminente administrativista lo ha puesto en entredicho alegando la imposibilidad de conocer toda las baterías de normas con la que nos bombardea desde Europa, desde el Estado, desde las Autonomías y los Ayuntamiento.
Dos: el principio de la igualdad ante la ley, aunque emborronado por las políticas de discriminación (positivas las llaman, como si hubiera discriminación buena y mala como el colesterol), aún sobrevive y es aconsejable su aplicación: si dispensamos al concejal, hágase lo mismo con el ciudadano del montón. Y si no, no; pero a ninguno de los dos.

Parece elemental, y lo es.

Plinio

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