10 jun 2012

...i tu de qui eres?



(Basado en hechos ficticios)

Es Monóvar un pueblo muy puñetero. Lleno de buena gente, pero muy puñetero. Un amigo forasté me explica el motivo: es que tenéis un Casino imponente. Bueno, eso es verdad, le contesto, pero no veo la relación. Claro, tío –se ríe-, es que tú eres de Monóvar.

Puede ser, pienso para mis adentros recordando un episodio que según se mire le da la razón al forasté.

Fue la cosa que a un caballero de la localidad le aconteció un suceso sumamente antipático del que muy poca gente tenía conocimiento; sólo parte de la familia y un par de amigos íntimos entre los que me cuento, y ya me apresuro a decirles que servidor es más bien de boca prieta en asuntos de secretos. Ni Torquemada me saca a mí una palabra, y es tal mi fama que me he convertido en receptor de múltiples confidencias aun sin proponérmelo. Todo el sucedido, ya les digo, se llevó con extrema discreción. Comprenderán ustedes mi sorpresa cuando una señora de edad por encima de la media y que conozco de hola y adiós me abordó en la puerta misma del Casino y sin solución de continuidad me espetó: Hay que ver lo de tu amigo Fulanito, ¡quién lo iba a decir! Quién lo iba a decir no lo sé, farfullo, pero quién lo va a chismorrear, ahora lo tengo claro. ¿Fulanito?, pregunto con ensayada indiferencia, no sé nada, ¿le ha pasado algo? Y es entonces cuando me deja sin aliento:

-Pero hombre, si lo sabe todo el mundo.

¡Todo el mundo! Joder, pobre Fulanito, en boca de todo el pueblo. Agacho la cabeza y camino pensando si poner sobre aviso a Fulanito o dejar correr el asunto, y tan gacha llevo la cabeza que tropiezo, por no ver lo que miro, con el otro íntimo conocedor del suceso. Le refiero mi conversación de hace unos minutos, lo que por cierto me sirvió –van dos pájaros de un tiro- para disculparme por mi ensimismamiento. Este amigo, el otro íntimo, hizo la mili en Mahón, viajó un par de veces a Dinamarca y dice que tres o cuatro a Nueva York y lee todos los periódicos que el Casino pone gratuitamente a disposición de los señores socios. Un tipo preparado. Me abro a él y le pregunto que qué hacemos, hablar o callar.

Calla, calla, me contesta. Y tranquilo, que si bien es verdad que lo del pobre Fulanito lo sabe todo un mundo, no lo sabe todo el mundo. Pongo cara de qué, y sigue: la encantadora señora con edad por encima de la media y que pasea por los jardines del Casino Nuevo (nuevo de 1880, eso es: “Pare su reloj y véngase a Monóvar”) posee la sabiduría y el sentido común -envidiable por el sosiego que te proporciona-, de fijar los límites del mundo en los susodichos jardines, por lo que nada ajeno a ellos es de éste su mundo, y, consiguientemente, tiene por mundo únicamente lo que abarca tan incomparable marco, como era conocido este ajardinamiento por todos los cantantes y artistas en general que en tiempos amenizaban las veladas en fiestas de septiembre. Una vez lo dominas es fácil, se justifica al comprobar que mi cara no es de ¡aaaahh!

-¿Entonces? –pregunto

-Nada, que la gente es muy puñetera. Punto en boca

Ya más relajado, me pregunto si el puñeterismo es una característica de éste pueblo o es un fenómeno universal. Supongo que irá por barrios. Y Monóvar no deja de ser un barrio de ella misma. En cualquier caso, en ningún sitio como en esta ciudad te preguntan con tanta intención…i tu de qui eres?, para según de qui sigues adoptar según qué postura. Esa vieja querencia de anteponer el fulanismo a las ideas…en España.

País de vacaciones.

Nota.- Como queda declarado al principio, este relato es una ficción desconectada de la realidad, por lo que no existe forasté ni señora que me aborde a la puerta del Casino.

En realidad, servidor estaba pensando en unos políticos municipales que no consideran parte del mundo aquello que no cuadra con sus intereses de partido o personales y que siempre, en actitud de presenten armas, verifican de qui eres (dels meus o dels altres) antes de intercambiar una opinión. Y como no me atrevía a decirlo con claridad por aquello de que uno camina sólo frente a las poderosísimas maquinarias  de los partidos, ha optado por jugar con la parábola. Aunque ya ven, al final he quedado expuesto dejando sobradamente demostrada mi capacidad para enemistarme con unos y con otros.

Plinio.

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