2 jun 2012

La tapa, en la barra y de pie



El Ayuntamiento de Monóvar ha organizado una ruta de tapas y olé. No nos van a faltar bares para el camino, no. Buenos bares. Y como no hay amor más sincero que el amor por la comida, que dijera Bernard Shaw, tampoco faltarán voluntarios para tapear. A dos euros la tapa, dicen.

Lo que nos falta es oficio. Los lugareños somos más de sentarnos a la mesa y compartir platos. La tapa, en cambio, huye de la mesa como el gato escaldado huye del agua fría. Y  busca barra. Barra y de pie, lo que favorece  la bendita libertad de arrimarte a la compañía de tu preferencia y esquivar aquella que te incomode; que si importante es el qué se tapea, no lo es menos con quién. La barra, bien es verdad, limita el grupo en número a no más de cuatro o cinco tapistas. Si lo supera se desdobla el grupo en dos, con sus dos conversaciones, y antes que después con dos rutas diferentes. Es incuestionable o a mi me lo parece que la mesa anuncia un rato largo y relajado, con poco movimiento y hasta su puntito de amodorramiento; mientras que tapear en la barra y de pie es como estar precalentando para la próxima parada.

Como se ha dicho más arriba, somos los monoveros más dados a las raciones, al “qué pedimos”; plural y consensuado. Ni nos planteamos las tapas individuales, el  “a mí me vas a poner...”, eso queda para las copas de la tarde. Platos compartidos y tapas individuales tienen sus más y sus menos. Si es usted de los que disfruta con la promiscuidad gastronómica, lo suyo son platos al centro para compartir y picotear de aquí de allá y acullá y siempre en alegre camaradería, que comer del mismo plato hermana a los amigos, amista a los conocidos y apacigua a los enemigos. El inconveniente de compartir raciones está en su elección, cuanto más numerosa es la reunión más paladares distintos y mayor dificultad para encontrar sabores en común, siendo siempre menos conflictivo al principio de la fiesta que al final. Las tapas, en cambio, te obligan a organizar los sabores con criterio, una detrás de otra; y con el alma en vilo por si se te antoja más la tapa del vecino que la propia. Tiene la tapa una ventaja grande: la toma de la comanda es un acto individualizado exento de negociación colectiva, lo que facilita la fluidez de la  conversación sobre otros temas menos espinosos como el fútbol, la política o la religión.

Y hasta aquí, que la prima, la muy pécora, camina despelotada hacia los 600 y eso, más que una tapa, es un tapón a la salida de la crisis.


Plinio.

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