Me tienta, me tienta la idea de hacer demagogia con los jornales de los
timoneles y de los remeros. Pero no. Voy a ser coherente y a defender lo
que siempre he considerado lo más cabal: lo timoneles merecen más
jornal. A esta conclusión llegué de la mano de un amigo, ex-primer edil,
que dejó el timón de su pueblo para recogerse en su despacho
profesional. Necesito ganar dinero, me explicó, y el Ayuntamiento no me
paga lo suficiente y hay demasiadas tentaciones, así que mejor lo dejo
antes de pecar. Y acabó su mandato como termina el soneto de Cervantes:
"Fuese, y no hubo nada"
Sueldos abultados como antídoto contra la corrupción, es un argumento.
Pero ya no sirve, no se puede combatir el tifus con una aspirina. Las
tentaciones de Jesús en el desierto fueron un juego de parchís al lado
de la capacidad de seducción de los nuevos diablos, los demonios que
vienen cargados de ladrillos y prebendas. Contra esta enfermedad no
queda otra cura que encomendarse a la divina providencia y confiar en
que los timoneles y los remeros lleguen inmunizados de casa. Es fe.
Me queda una razón para desear mejores jornales para nuestros timoneles:
atraer a los mejores. La vocación de timonear una pequeña y melancólica
ciudad de provincias es tan extravagante como la virginidad en una casa
de putas. Y si algún timonel, confundiendo molinos de viento con
gigantes, proclama en voz alta su "espíritu de servicio a la comunidad",
provocará, ya lo verán, un estallido de risa que bien pudiera servir como
terapia en estos tiempos de crisis. Más me fío de quien diga que
trabaja de timonel movido por un jugoso jornal y por las reverencias de
sus remeros que por una abnegada afición por favorecer a sus vecinos. La
vida real es así de mezquina.
Concluyo, paciente lector (me consta que cuento con uno, y que usa
siglas por nombre), exigiendo a los timoneles que se suban sus
emolumentos hasta donde lo permitan las deudas municipales. ¡Pero ay!, también les pido que no basten dos peonadas para percibir un PER, les
solicito humildemente que cumplan jornadas laborales, calendarios de
trabajo, y, sobretodo, que animen -o amenacen, en caso de rebeldía- a
sus remeros para que se ocupen del duro trabajo municipal. O que den
apariencia de ello al objeto de no soliviantar a las masas, tan prestas
ellas a la critica descarnada. Y si no me excedo en la súplica, bueno
sería que solo perciba jornal quien se lo gane, y solo se lo pueda ganar
quien tenga tarea que realizar, y todo ello sin inventar ocupaciones
ficticias; con lo que, ya lo sé, muchos palmeros tendrán que cambiar de
oficio.
-No se dará el caso, Búho.
-Eso me temo, amigo Equis, eso me temo. Mas confiemos en la
naturaleza caprichosa de los hombres, tan capaz de volver estúpido al
sensato como de tornar justo al inmoral
El Búho de la Sala
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