Puede ser, ¿por qué no? Es posible que esta historia de
David y Goliat, más una crisis que está dejando
a los poderes públicos sin la munición de las subvenciones, libere las
arterias sociales del temor y del exceso de prudencia que están taponando la
creación de una verdadera sociedad civil. En el Caso Fleta, como en otros miles
de casos similares, se ha librado una batalla de dos contra uno: una
administración pequeña, necesitada de liquidez para pagar los compromisos
políticos, se alía con una gran empresa contra un pobre pagano. Un problemilla.
Los dos goliats se cubren con una
coraza de normas, leyes y reglamentos que en este caso sí interesa reivindicar.
No es que les importen las normas, al menos no les impartan en todos los casos.
Depende de…
Es posible, ¿por qué no?, que todos los “casos fletas”
salgan del anonimato y se reúnan en una cuenta de correo –pymesunidas@hotmail.com- donde encuentren, no solo comprensión y desahogo,
sino un camino para reafirmarse como un protagonista más de la vida social y
económica de la nación.
Y que esto cunda. Y que distintos colectivos de hombres y
mujeres libres se asocien para reivindicar sus derechos, sus ideas y sus
intereses. Hombres y mujeres libres que no se resignan a que personas que han
hecho de la política su medio de vida mediocre, ¡un dos, un dos, paso firme y
disciplina, un dos! se ocupen de unos asuntos que ni entienden ni les
preocupan. No se trata de ocupar las plazas públicas con tiendas de campaña y
mochilas. No. El objetivo no es el sistema, es la corrupción. El sistema ofrece
herramientas para enfrentarse a la corrupción, al desinterés y a la melancolía
que nos invade cuando pensamos que no se puede hacer nada. Se trata,
simplemente, de que la sociedad civil sea la protagonista de la vida civil, de
que los destinos de la nación y de los ciudadanos estén en manos de una
sociedad palpitante, ilusionada y fuerte. Se trata de que los políticos-burócratas, que en lugar de
pensar consultan el reglamento, dejen de molestar. Que cobren, que sigan
defendiendo “a muerte” sus salarios, pero que nos dejen en paz, que no finjan
que piensan para ganar tiempo.
Si en este país estalla una ola de asociacionismo que
renuncie a las subvenciones, los políticos se echarán a temblar. Y los
ciudadanos a sonreír.
¿Por qué no?
Plinio, a ocho de agosto de 2011
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