25 ene 2010

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Una calle para Adolfo

Fue una buena idea pedirle a Arias-Navarro que dejara el trabajo. Y mejor idea ofrecerle el puesto a Adolfo Suárez. El Rey estuvo sembrado.

Ahora, en vísperas del 29 aniversario de su dimisión, una televisión le ha dedicado un serial a Suárez. Ya lo veremos.

Con 43 años y una ambición desmedida aceptó el encargo del Rey para desmontar el franquismo y levantar una monarquía parlamentaria y democrática. Pocos creían en la apuesta; entre "los suyos" corría la broma de pedir en los restaurantes un suarez  cuando querían comerse un chuletón de Ávila poco hecho. Acabó seduciéndolos. Esa era su arma secreta: la capacidad de seducción. Entendió que su misión era mediar entre las dos Españas y para ello utilizó todos los recursos. Mintió (a los militares, prometiendoles que no legalizaría al PC), pasó "a la clandestinidad" (reuniéndose en secreto con un ilegal Santiago Carrillo, secretario general del ilegal PCE), se inventó un partido político, UCD,  que le diera cobertura y legitimidad democrática.

Y lo supo hacer, a pesar de que muchos no le creyéramos y votáramos ucedé a pesar de Suárez. Unos votaban centro de la mano socialdemocrata de Fernández Ordóñez. otros como mal menor y sin convicción democrática; algunos, pocos, "cabíamos en un taxi", votamos (vote porque me declararon mayor de edad casi por decreto) guiados por le liberal y llorado Joaquín Garrigues. Suarez, más listo que el hambre, se inventó a los suaristas. Y ganó.

Fueron cinco años, pocos pero intensos, que cambiaron España y quemaron a Suárez. Unos cambios que exigían más acción que meditación, más osadía que prudencia y más patriotismo que mezquindad. Al final, consumado su objetivo, una orquesta de conspiraciones, presiones e intrigas llegadas desde todos los frentes (Iglesia, banca, ejercito, oposición, monarquía, propio partido y, posiblemente, él mismo) le forzaron a dimitir. Lo que pudo ser un precedente -la dimisión- quedó en una anécdota que nadie más ha seguido.

Días después un grupo de militares intentaron poner en marcha la moviola de la historia y devolvernos a una España en blanco y negro.

Sinceramente, creo que se le deben algunas calles a Adolfo Suárez. Mejor, avenidas; y de las anchas.

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