13 ene 2010

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Tiembla Haití

Nos afecta más la muerte de un vecino de escalera que la de mil chinos en un accidente de tren.

Es la proximidad, la cercanía, el conocimiento de la victima lo que aflora nuestra compasión. Y nuestro miedo.

El terremoto que ha provocado la muerte de más de cien mil personas (se está hablando de cientos de miles) nos ha recordado que Haití comparte isla -La Española- con la República Dominicana, que es vecina de Cuba y que, al fin y a la postre, fue descubierta y conquistada por los españoles y la sentimos como parte de nuestra historia. El tópico de los hermanos del otro lado y todo eso, pero que es real. Haití, posteriormente colonia francesa y hoy el país más pobre de latinoamérica, ha sido descubierta por muchos españoles por culpa del terremoto y con las imágenes de muertos, destrucción y miseria vistas por televisión e internet.

Y da miedo. El miedo que desencadena el mal inevitable. No es una guerra con buenos y malos, no es una catástrofe provocada por el hombre, no es la destrucción causada por la estupidez humana. Es una crueldad de la naturaleza, y ante eso nadie está libre de convertirse en victima. Y eso, el pensar que nos puede pasar a cualquiera, acojona.

La miseria del país, los edificios quebradizos y la ausencia de una mínima estructura estatal agrava las consecuencias. Y eso también nos cosquillea la conciencia.

Cuentas de la Cruz Roja para ayuda a Haití


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