19 abr 2010

Timoneles


 

    Se equivocó George Orwell cuando dijo que la libertad de expresión es "decir lo que la gente no quiere oír". O eran otros tiempos. O era otro planeta. O era un ingenuo. En este país y en esta ciudad donde los políticos han expropiado a la sociedad alguna de sus funciones, la libertad de expresión es decir lo que el poder no quiere oír. Y tener dónde decirlo.

    La noticia es que los tres timoneles se han reunido para declarar que la oposición no se puede manifestar en sus medios de comunicación. Censura en los medios del poder, en los medios que controlan los timoneles, en los medios que de verdad llegan a la mayoría de la gente. Motivo: solapada acusación de robo y estafa; un politiqueo bobo. Una estupidez. Cuando alguien tiene sospechas de que se está robando o estafando lo investiga y lo denuncia en el cuartelillo de la Guardia Civil. Otra cosa son palabras al viento que se quieren colar en un titular. Un juego. Niños.

    La almendra de esta polémica provinciana y aburrida no es que los tres timoneles copien con entusiasmo las prácticas de Chavez o que el aspirante se deslengüe con acusaciones sin probar, el problema es que los políticos tienen medios de comunicación. De ellos, de su propiedad, porque  todo lo público -eso creen- es de su propiedad. Y ejercen como propietarios, y abren la puerta o la cierran a su capricho, y admiten o expulsan según les apece; y se sorprenden si alguien quiere entrar sin su permiso. Y se cabrean y los echan. Lo hacen los tres timoneles y lo hará el aspirante a timonel cuando lo sea. Porque se lo creen, se creen timoneles, se creen guías y luz.

    Mientras que la política, los políticos, los falsos políticos, piensen que la ibertad depende de ellos, la libertad estará amenazada. Ahora piensan que la libertad de información en esta pequeña ciudad de provincias depende de ellos, de su arrojo y valentía. No entienden que la libertad es de cada individuo y que no necesitamos que nos la administren. Limítense a tener las calles limpias, iluminadas y bien asfaltadas, a que nos sintamos seguros y libres, y dejen que las leyes establezcan el marco para el ejercicio de las libertades. Dejen que la política, la convivencia, la ejerzamos los ciudadanos y no se metan en lo que no saben.

O construyanse un pueblo de cartón piedra y jueguen a políticos de cartón piedra.

El Búho de la Sala 

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