Días de Sol Y Birra

No tiene mayor trascendencia pero me llamó la atención, por eso lo cuento.

Aeropuerto de Alicante, de mañanita. En llegadas, justo delante de la puerta que vomita a todos los damnificados de las lineas aéreas. Servidor niquelado: camisa y chaqueta con una camiseta clandestina para combatir los rigores del calendario. Y comienza el espectáculo.

Justo a mi vera se acomoda un guiri, con toda seguridad un contribuyente de la señora Merkel, vestido de guiri de invierno: camiseta mangacorta, pantalones piratas y sandalias (no era camiseta de tirantes ni pantalones cortos strictu sensu). Dato para que se hagan una idea de la edad: no llevaba calcetines blancos con las sandalias, lo que les sugerirá que era menor de 35. Hasta aquí nada llamativo.

Lo que me hizo girar y elevar la cabeza -el tío usaba talla alemán estándar- fue lo que llevaba en la mano como presente para recibir a su amigo/a o familiar/ra. ¿Un ramo de flores?, ¡quita, quita!; ¿una caja de bombones?, ¡mariconadas!; ¿un sombrero cordobés?, ¡de qué vas, tío!. El nota llevaba un cubo...¡de cerveza!. Un enorme vaso de cerveza amarillita con su espuma y todo recién tirada en la cafetería del aeropuerto. Imagino que su amigo/a o familiar/ra le habría llamado mientras buscaba sus maletas en la cinta perdedora de idem, "Bingham, vete  pidiendo una caña tamaño teutón que no llego a Benidorm". Y allí estaba  Bingham con al caña magnum. Para entonces servidor estaba con la curiosidad subida y me quedé pendiente de la llegada del colega. Y llegó.

Era amiga. Una alemana más tipo Torremolinos de madrugada que tipo Marbella a la hora del aperitivo: grande, fondona, desbordante y de un color como trasparente. Se acercó a su amigo, le arrebató el pedazo cubocerveza y se lo zampó como si fuese un chupito de Anís del Mono. Se limpio los morros, morreó a su amigo y suspuró un "¡viva spanien!" muy sentido.

Y es que, me sorprendí reflexionando, no hay quien nos quite el marchamo de sol y birra. ¡Y a Benidorm!